■ Entre sus fans sobresalen pequeñas de 10 y 12 años; algunas viajaron de otros países para estar en la primera fila en su concierto de Dortmund.
■ Es la banda el nuevo suceso de Alemania del Este; en tres años ha vendido 5 millones de discos.
■ Se espera que en 2009 visiten Latinoamérica.

Dortmund, 18 de junio. Un griterío ensordecedor recibe a la banda Tokio Hotel en el gran pabellón del Westfalenhalle, en Dortmund. Doce mil gargantas infantiles, la mayoría de niñas, gritan enloquecidas al aparecer sus ídolos, lo que tiene el efecto como de una inyección de adrenalina.El cuarteto es el nuevo fenómeno del Este de Alemania, que arrasa entre el público adolescente en Europa sin importar barreras idiomáticas. Son más populares que Rammstein, Kraftwerk, Scorpions o Nena, y venden sus conciertos como nadie.Al aparecer en el escenario, el cantante andrógino Bill Kaulitz, inconfundible con su melena negra peinada como erizo, los ojos pintados con kajal y manicura de diseño, el público adolescente entra en estado de histeria colectiva. Algunas niñas, menores de 10 años, lloran, pierden el sentido. Sobre el escenario vuelan estrellitas de cartón, brasieres y ositos de peluche.El concierto arranca con Mil mares, de letra melancólica y música fulminante. “Tenemos que navegar a lo largo de mil mares, cruzando mil años oscuros sin tiempo”, se escucha entonar a Bill Kaulitz, de 18 años, mientras su hermano gemelo, Tom, saca a la guitarra acordes que recuerdan a Nirvana.Los acompañan Georg Listing en el bajo y Gustav Schäfer en la batería, en un escenario que se llena de humo y luces de colores.Aquí y allá se ven acompañantes mayores; algunos han venido desde lejos. “Es la banda favorita de mi hija, así que de regalo de cumpleaños la he traído al concierto”, dice un holandés que viajó 100 kilómetros para traer a su hija de 12 años. Al único concierto en Alemania, parte de una gira europea que debía realizarse en marzo, pero que fue pospuesta porque Bill Kaulitz fue sometido a una operación de las cuerdas vocales, llegaron peregrinos de naciones vecinas, como Francia, Austria y Dinamarca.Pese a las constantes lluvias, muchas chicas acamparon en los alrededores durante la semana previa con tal de estar en la primera fila en el concierto. “Llegamos desde hace cuatro días; los organizadores anotaron nuestros nombres en grupos y nos pasaban lista diario”, dice Ana Lena, de 18 años, quien lleva el pelo pintado de negro y con mucho crepé, como Bill Kaulitz. También Claire, de 16 años, llegó desde Francia hace una semana porque quería estar en la primera fila. “En mis tiempos íbamos a los conciertos de Elton John, Joe Cocker y Tina Turner”, dice una madre comprensiva. “También llegábamos con anticipación para alcanzar buenos lugares”, agrega.Mina de oro para su disqueraBill tiene un efecto arrobador cuando cuenta a su auditorio que sigue buscando al gran amor, a esa persona especial, lo que provoca que vuelva con fuerza el griterío. Algunas niñas piden en pancartas al cantante que les haga un hijo. Una mamá canta con ellas a coro Durch den Monsun (A través del Monsún). Mediante sus canciones, los músicos hablan al alma adolescente al verbalizar sus miedos y sueños: abordan la soledad, el amor, el divorcio de los padres y hasta los pensamientos suicidas.Desde que los adolescentes de Magdeburgo sacaron su primer disco Schrei (Grito), hace tres años, han vendido casi 5 millones de discos, lo que se estima en un volumen de negocio de entre 30 y 40 millones de euros.Tokio Hotel es una mina de oro para su disquera, Universal; son un fenómeno que ha vuelto popular la lengua germana entre jóvenes de otros países que se aprenden de memoria sus canciones.En Dortmund, Tokio Hotel tocó 90 minutos con el repertorio de sus dos discos. “¿Quieren más?”, grita Bill Kaulitz al auditorio, “¿Aguantan más?, entonces griten”. Unos 126 decibelios retumbaron nuevamente en el auditorio. El cuarteto sigue su gira por Francia, España, Portugal e Italia. La banda anunció que el próximo año viajará a América Latina.

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